«Si una persona cree en el Señor Jesús, se aferra a Él y usa la fe en Su Palabra, no habrá nada que sea imposible para ella», explicó el obispo Franklin Sanches durante el Santo Culto del pasado 21 de diciembre.
Sin embargo, hay muchas personas que, a pesar de ver tantos testimonios y milagros, dudan de lo que está escrito. «El mayor pecado que puede haber es la incredulidad, pues la persona no solo está dudando de la Palabra de Dios, sino también de Su carácter y santidad», añadió.
Inclusive, cuando el Señor Jesús resucitó, reprendió a Sus discípulos por su incredulidad. Pues ¿cuántos milagros y cosas maravillosas no vieron durante los tres años y medio que estuvieron con Él? No obstante, dudaron de Su resurrección.
«Y después de haber resucitado, muy temprano el primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado fuera siete demonios. Y ella fue y se lo comunicó a los que habían estado con Él, que estaban lamentándose y llorando. Cuando ellos oyeron que Él estaba vivo y que ella le había visto, se negaron a creerlo.
Después de esto, se apareció en forma distinta a dos de ellos cuando iban de camino al campo. Y estos fueron y se lo comunicaron a los demás, pero a ellos tampoco les creyeron. Después se apareció a los once mismos cuando estaban sentados a la mesa, y los reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado» (Marcos 16:9-14).
Es necesario que usted confíe
En la actualidad, tenemos las enseñanzas del Señor Jesús escritas; también podemos ver en la iglesia los testimonios de personas transformadas, pero hay quienes tienen dureza de corazón y no lo aceptan. El obispo explicó que «Dios puede todas las cosas, pero no puede hacer que uno tome la decisión de creer. Él no puede tomar su corazón, es necesario que usted decida confiar en Él».
En cambio, cuando una persona usa la fe en lo que está escrito en la Biblia, descubre que la Palabra es infalible. Sin embargo, hay veces en las que el Altísimo permite que lleguemos a extremos, pues mientras los seres humanos tengamos la esperanza de que alguien pueda hacer algo por nosotros, vamos a esperar por ello. Cuando pensamos: «Fulano(a) dijo que me va a echar la mano», entonces esperamos que esa persona nos resuelva el problema.
Su Palabra no falla
«Así dice el Señor: Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza, y del Señor se aparta su corazón. Será como arbusto en el yermo y no verá el bien cuando venga; habitará en pedregales en el desierto, tierra salada y sin habitantes. Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto» (Jeremías 17:5-8).
«No puede colocar su esperanza y fe en mí ni en un pastor o iglesia. Hay un dicho que dice: “Es bueno confiar en el hombre, pero es mejor no hacerlo”. Por ello, es indispensable confiar únicamente en Dios», explicó el obispo.
El Señor Jesús está buscando personas que crean de verdad. En la Universal se enseña la fe racional e inteligente, que le hace pensar: «Si Dios es grande, mi vida tiene que cambiar, esa Palabra se tiene que cumplir».
El Señor no dice que al seguirlo nuestra vida será un mar de rosas, sino que quien confía en Él será como un árbol plantado junto a las corrientes de agua: esa agua es el Espíritu Santo. «Tal vez usted está decaído porque le falta el Espíritu de Dios, el agua que sacia el alma. Pero cuando se llene de Su presencia será fuerte.
Él le trajo porque quiere cambiar su historia. Si usted es sincero y confía en Su dirección, Él le puede dar ahora mismo la paz que tanto desea», finalizó.

