No me dejes familiarizarme con mis deberes y, así, convertirme en una religiosa por costumbre.
No me dejes ver Tu Altar como una carga, y convertirme en una profesional de la fe.
No me dejes sentirme superior a nadie, y mucho menos juzgar a alguien solo por ser diferente a mí.
No me dejes olvidar que todo lo que me has dado, como salud, tiempo y dones, estos deben servir para glorificarte aún más.
No me dejes desperdiciar ni un solo día del tiempo que aún tengo en la Tierra en banalidades y ambiciones personales.
No me dejes hablar de Tu Nombre con indiferencia o frialdad.
No me dejes debilitarme en las oraciones y ayunos por aquellos que me has confiado.
No me dejes disfrutar de la notoriedad y los aplausos, porque si hay algo bueno en mí, eso vino de Ti.
Por último, no me dejes olvidar que soy Tu sierva, y que a Ti debo consideración, temor, reverencia, pero, sobre todo, amor.
En cuanto a mis muchas debilidades para ejercer Tu Obra, sé que capacitarme es Tu responsabilidad, y en eso confío en que siempre te encargarás de darme la sabiduría y el conocimiento necesarios.
¿Usted también es feliz por servir al Señor Jesús?
¿Qué tal si renueva hoy sus votos de fidelidad a Él?
Por Núbia Siqueira