Relaciones tóxicas: el paso del amor a la codependencia

Departamento Web
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Aprende a identificarlas antes de que sea tarde

Mientras que para las relaciones que aportan crecimiento a la pareja, el amor, afecto y respeto son fundamenta­les, expertos consideran que aquellas que generan desgaste pueden hacer que algu­no de los dos desarrolle codependencia, pudiendo abrir paso a depresión u odio.

Para Alberto Bárcenas, psicólogo, «una relación tiene que llevar amor, cariño, afecto, cosas que los dos puedan disfru­tar; pero, cuando llegan los malos tratos, amenazas e incluso violencia física, emo­cional o económica, no es normal».

Si bien cada relación tiene sus compli­caciones, algunas no son del todo sanas. Bárcenas explica que «ya no sentirse có­modo con la otra persona, dejar de ha­cer actividades cotidianas, bajar el rendimiento escolar o laboral o alejarse de la familia» son actitudes que indican que estás viviendo una relación tóxica.

¿Qué hago o con quién acudo?

Si ya no te sientes satisfecho(a) con tu relación, el psicólogo aconseja bus­car ayuda. «El compromiso no es tratar de mantener junta a la pareja [pues de­penderá de cada caso], sino mejorar la expresión emocional hasta el cambio de hábitos de cada uno. No estamos di­ciendo que la persona esté mal, simple­mente que algo en las emociones no ha madurado y no ha permitido lograr una relación más cordial, pero se puede me­jorar», finalizó.

La Universal te invita a que consideres al Dios que creó el amor. Él podría y quie­re ayudarte a tener una relación sana. Si quieres saber cómo, asiste a la Terapia de la Familia los días jueves a las 7 de la tarde.

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Tenían un matrimonio tóxico

«Los problemas en mi matrimonio me llevaron a vivir un infierno dentro de mi hogar. Por su adicción, mi esposo se quedaba a dormir en la calle y, borra­cho, me rompió la puerta de la casa.

Al pelearnos, su manera de defender­se era aventarme los objetos que encon­traba, muchas veces me dejó moretones en el cuerpo.

Mis hijos estaban muy mal. A uno le daban crisis asmáticas, la niña tenía pro­blemas espirituales y el más pequeño era alérgico a todo.

Busqué muchas salidas, pero en nin­gún lugar, a no ser en la Universal, en­contré solución. Desde el primer día me enseñaron a usar la fe y a creer que Dios podía transformar a mi familia.

Así, de odiar a mi esposo, ahora lo amo, pues tengo un matrimonio bende­cido, libre de vicios y en paz.

Mis hijos fueron sanados, dados de alta sin secuelas, ante el asombro de los médicos.

Mucho tiempo lloré de dolor. Ahora ten­go una fe que me hizo ver que el plan de Dios no era dejarnos sufrir. Él está dispues­to a ayudarnos a todos.» -Verónica Vázquez

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