«Mi esposo tomaba mucho y había carencias en casa. Debido a eso, mis hijas comenzaron con rebeldía y vicios; la mayor terminó yéndose. Mientras tanto, me culpaban por todo, era muy injusto porque me esforzaba para sacarlas adelante, incluso cuando mi salud no estaba bien. Me sentía muy desesperada.
Al llegar a la Universal mi ánimo mejoró y usando mi fe, los vicios de mi esposo terminaron. Sin embargo, como no acontecía un cambio real en mi familia, comprendí que Dios obraría en ellos cuando primero cambiara yo. Por eso participé en la Hoguera Santa para pedir Su Espíritu y así tener la guía para actuar.
Una vez con Él, tuve más paciencia y luché por ellos con sabiduría. De a poco cambiaron su comportamiento y la mayor regresó. Hoy ya no discutimos y mi esposo tiene un trabajo fijo. Aun así, sigo manteniendo mi vida en Su Altar para agradecerle por haber hecho justicia a mi clamor, pues ni lo material se compara con tener a mi familia unida.» -Olivia Segundo