«El papá de mis hijos nos dejó en la calle, dormíamos en una terminal sin tener qué comer; por eso lo odiaba. El rencor solo me dañaba a mí: lloraba, no dormía y anhelaba morir.
En esos momentos de dolor me dieron un periódico de la Universal, ahí leí que Dios había cambiado la vida de personas como yo, y decidí asistir. Pero, seguía viviendo a mi manera y buscaba solo lo material; terminé por alejarme. Todo empeoró tras la muerte de mi hermana.
Entonces comprendí que las bendiciones no cambiarían mi vida, sino la Presencia de Dios. Con esa mentalidad volví y esta vez me sentí diferente. Me entregué a Dios de verdad dejando las malas conductas y perdonando a mi expareja. Con esa actitud de obediencia, recibí Su Espíritu y así conocí la paz.
También me enseñó que no sirve enojarse ante los problemas, es mejor pedir Su dirección. Así logré poner un taller y pronto compraré mi casa. Ahora sé que sin Él solo hay sufrimiento; solo con Él hay verdadera felicidad.» -Ofelia Ávil
