«Soy bailarín profesional, pero los vicios destruyeron mi vida. Gastaba todo en sustancias, no proveía para mi familia y llegué a agredir a mi esposa.
Toqué fondo cuando no tuve para pagar una operación que necesitaba mi hijo: estaba a punto de perder su brazo. Recordé que mi madre conoció a Dios en la Universal e hice un pacto con Él: si sanaba a mi hijo, le entregaría mi vida.
Un día, mientras mi esposa bañaba al niño, se le cayó. Lo llevamos a urgencias, y los médicos no entendían cómo su brazo estaba completamente sano. Ahí recordé mi promesa y le pedí perdón a Dios.
Dejar los vicios no fue fácil, pero comprendí que solo el Espíritu Santo podía darme la fuerza para cambiar. Por eso me aferré a la fe, obedecí Su Palabra y aprendí a depender solo de Él.
Recibir Su presencia me ayudó a vencer las adicciones y restaurar mi matrimonio; también me guio para emprender un negocio de baile, fotografía y video. Gracias a la dirección del Espíritu Santo, hoy no nos falta nada y soy feliz con mi familia.» -Carlos Muñoz