¡Hoy quiero entrar a tu casa!

Departamento Web 2
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El pasado 8 de junio, Día de Pentecostés, el obispo Franklin Sanches condujo el Santo Culto con una enseñanza centrada en uno de los encuentros más reveladores del Evangelio: el de Jesús con Zaqueo. A través de este relato, el obispo destacó una verdad profunda y directa: quien desea de verdad conocer a Jesús puede tener una experiencia con el Espíritu Santo.

Durante la reunión, el obispo recordó cómo los discípulos, tras recibir la promesa del Señor, pasaron 10 días reunidos en el cenáculo, perseverando con un único propósito: recibir el Espíritu de Dios. No estaban dispersos, ni divididos en sus objetivos. «Ellos estaban ahí reunidos buscando lo que Jesús había prometido… y en ese día, el Espíritu Santo descendió», explicó. Ese mismo deseo, aseguró, debe arder hoy en el corazón de los que quieren tener un encuentro real con Dios.

Fue entonces cuando introdujo el pasaje de Lucas 19, que relata la historia de Zaqueo, un hombre rico, jefe de los recaudadores de impuestos, que hizo algo inusual: salió al encuentro de Jesús no para recibir un milagro, sino para conocerlo. «Eso es lo que hace la diferencia —afirmó el obispo—, porque normalmente las personas vienen a Jesús queriendo algo, pero no queriendo conocerlo».

Zaqueo tenía dinero, influencia y poder, pero estaba vacío. El obispo resaltó que este hombre «quería tener una experiencia con Jesús», y por eso tomó decisiones que lo expusieron y lo desafiaron. A pesar de su estatura baja y de la multitud, no buscó atajos, no usó su estatus para acceder a Jesús de forma privada. Subió a un árbol, se humilló. «Él sabía que si quería conocer a Jesús tenía que pagar el precio. El precio no era dinero, el precio era exponerse».

La multitud que impedía a Zaqueo acercarse simboliza, en palabras del obispo, «a la multitud de cosas que impiden a la persona conocer a Jesús: el pecado, el resentimiento, el rencor…». Por eso insistió en que el verdadero cambio espiritual comienza cuando alguien toma la decisión de sobreponerse a esos obstáculos. «Si tengo que exponerme, no hay problema —dijo el obispo citando el ejemplo de Zaqueo—, porque lo que vale es mi alma, que yo lo conozca».

Jesús no tardó en responder a esa entrega: «Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa» (Lucas 19:5). El obispo explicó que esa casa representa la vida de cada persona. «Jesús quiere entrar en su vida, no importa quién sea usted hoy. Él está diciendo: “Hoy quiero entrar a su casa”».

La respuesta de Zaqueo fue inmediata y lo recibió con gozo. Del mismo modo, lo primero que se va a recibir cuando Jesús se manifiesta en una persona es gozo, el cual no depende de las circunstancias externas, sino de la presencia de Jesús dentro de una vida.

Y con ese encuentro, Zaqueo cambió. No por imposición, sino por convicción. Reconoció sus errores, decidió repararlos y se desapegó de aquello que antes consideraba más valioso. «Cuando la persona encuentra a Jesús todo lo demás pierde valor», explicó el obispo. Lo que antes le daba sentido, ahora era secundario.

El obispo cerró afirmando que no basta con buscar un milagro o un alivio temporal. Lo que transforma de verdad es el deseo sincero de conocer a Jesús y recibirlo en la casa que más le importa: nosotros. Tal como hizo Zaqueo, quien no dejó pasar la oportunidad de decirle a Cristo: «Entra en mi vida».

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