En su enseñanza del domingo 15 de junio, el obispo Franklin Sanches desarrolló un mensaje claro y directo basado en la prioridad espiritual que establece la Palabra de Dios: «Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33). A partir de este versículo, explicó que no es posible una verdadera transformación de vida sin antes buscar lo que es justo a los ojos de Dios.
«La mayoría de las personas intenta resolver sus problemas empezando por lo externo —la familia, las finanzas, la salud—, pero el verdadero cambio comienza dentro de uno», afirmó, subrayando que el Reino de Dios representa la salvación y la presencia del Espíritu Santo, mientras que Su justicia se refiere a una vida íntegra, recta y obediente tanto ante Dios como ante los hombres.
La justicia no es un concepto abstracto o teórico, sino una forma de vida que se refleja en cada decisión y actitud. «Buscar la justicia es vivir conforme a la voluntad de Dios, con sinceridad, con palabra, con conducta limpia. Porque Dios es justo y espera que también lo seamos», señaló. Esta fue la base sobre la cual explicó que el orden establecido por Jesús no puede ser alterado: primero, el Reino; luego, la justicia; y como resultado, la añadidura de las bendiciones. «No intente cambiar ese orden, porque si usted lo cambia, va a sufrir más y va a retrasar la obra de Dios en su vida».
Uno de los pasajes clave que citó fue Salmo 7:11, que declara: «Dios es juez justo, y un Dios que se indigna cada día contra el impío». Este versículo muestra que, aunque Dios ve el sufrimiento y las injusticias, no puede obrar en favor de quien no vive en la justicia. «Dios quiere intervenir, quiere ayudar, pero no puede justificar a una persona que actúa de forma injusta. Él no ignora el clamor, pero espera una entrega sincera y una vida alineada con Su carácter», explicó.
Para ilustrar este principio, leyó Génesis 6, que describe a una generación tan corrompida en sus hechos e intenciones, que provocó tristeza en el corazón de Dios. Sin embargo, en medio de esa maldad, hubo una excepción: Noé. La Escritura dice: «Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos; Noé andaba con Dios» (Génesis 6:9). El obispo explicó que esta justicia no significaba perfección sin errores, sino una vida guiada por la fe y el deseo de agradar a Dios. «Noé no se dejó contaminar por el ambiente en que vivía. Tenía palabra, era íntegro, y eso fue suficiente para que Dios lo salvara a él y a su familia».
Este ejemplo dejó en claro que la justicia personal tiene consecuencias que alcanzan a los que nos rodean. «Por causa de la justicia de Noé, Dios no podía permitir que él pereciera junto a los demás. Él y su familia fueron preservados porque Dios no pone a todos en la misma bolsa cuando hay uno que anda con Él», señaló.
Otro caso mencionado fue el de las hijas de Zelofehad, registrado en Números 27. Estas 5 mujeres enfrentaron una ley que les negaba el derecho a heredar los bienes de su padre por no haber varones en la familia. Sin embargo, se presentaron ante Moisés para reclamar lo que consideraban justo. Y Dios respondió con claridad: «Lo que las hijas de Zelofehad dicen es justo». A partir de ese momento, la ley fue modificada. «Cuando una persona vive en la justicia, tiene autoridad para cobrar de Dios lo que Él prometió», enseñó el obispo.
El mensaje también incluyó una advertencia para quienes viven dentro de la iglesia, pero sin una entrega verdadera: «La cosa más injusta que existe es estar en la iglesia y no haber entregado la vida a Jesús. Esa persona sigue viviendo en el error, aunque esté físicamente en un lugar santo». La justicia, entonces, no depende de la apariencia religiosa, sino de una decisión interna de rendirse a Dios y vivir según Su Palabra.
La enseñanza concluyó con un llamado claro y directo a quienes reconocen que no han estado viviendo con integridad: «Si usted quiere que Dios le haga justicia, primero necesita ser justo. Si usted anda en la justicia, Dios no va a permitir que su vida siga siendo destruida por la injusticia. Pero esa justicia empieza cuando uno decide andar con Dios, como Noé andaba con Él».
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