El consumo de sustancias con efectos adictivos tiene un alto poder destructivo. Especialistas, así como la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones, coinciden en que este problema afecta no solo a quien lo padece, sino también a su entorno más cercano, sobre todo a la familia y a la pareja.
Eso le sucedió a Ciria Ávila, quien no solo lidió con un matrimonio al borde del quiebre debido al alcoholismo de su esposo, sino que también enfrentó una profunda depresión.
«Mi situación era complicada: estaba enferma, no había dinero, peleaba mucho con mi esposo y estábamos a punto de separarnos. Además, a mi hija le habían detectado cáncer de mama. Quería morirme porque eso no era vida, hasta que me invitaron a la Universal.
Al acudir supe que había una salida y empecé a luchar por mí y por mi familia. Requirió esfuerzo, oración y entrega, pero Dios no solo nos sanó a mi hija y a mí, también me liberó de la depresión y transformó las actitudes de mi esposo; él comenzó a preocuparse, a ser cariñoso con nosotras e incluso dejó la bebida.
Por ello, decidimos casarnos en el Altar del Señor; fue mi mayor anhelo y una gran bendición. Ahora hay unión, respeto, y ante cualquier dificultad sé que mi Dios me dará la guía para saber cómo actuar. Cuando buscamos Su guía, todo se transforma», contó.