Aprendiendo a valorar: lecciones de fe y gratitud en Guinea-Bisáu

La decepción por aquello que idealizamos y no sucede, el estrés del día a día y la terrible comparación con lo que otros son y tienen, tienden a cegarnos ante las muchas dádivas que recibimos. Si Dios no quita las escamas de nuestros ojos, no logramos reconocer cuán bueno ha sido con nosotros.

Si Dios no permite, de vez en cuando, los dolores y las tristezas, difícilmente valoraremos los muchos momentos felices que vivimos. Por eso, Él necesita sazonar nuestra vida constantemente; de lo contrario, nos convertimos en murmuradores. Entonces, nadie tiene solo dolores. Nadie vive solo lo malo. Pero ¿por qué nos quejamos tanto? ¿Por qué comparamos nuestra historia con la de los demás? Cada uno tiene su propio recorrido y cada persona recibe de parte de Dios un propósito para vivir.

Conocer al pueblo de Guinea-Bisáu trajo muchos aprendizajes. Ahora entendemos por qué los pastores que han pasado por el país no olvidan lo que vieron y vivieron junto a personas con tanta fortaleza. ¡Sí, se necesita ser fuerte para superar tantas dificultades! La vida es dura, pero ellos son felices, no se quejan, no se entristecen, no pierden la fe.

¡Fíjense en la trabajadora bajo la lluvia, por favor! Gran parte del comercio ocurre en las calles, bajo un sol abrasador, pero también bajo lluvias intensas, casi todos los días. A pesar del aguacero, el trabajo continúa normalmente. Allí el cuerpo se empapa, y allí mismo se seca. ¡Miren también la silla de ruedas adaptada para la señora con dificultades para caminar!

No, ¡no tenemos dificultades!

Núbia Siqueira

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