«Tras varios años de casada y con dos hijos, tomé la difícil decisión de separarme. Mi esposo tenía problemas con el alcohol, y no quería que mis hijos crecieran en ese ambiente. A pesar de tener un buen trabajo y casa propia, lo perdí todo. El juez no me dejó quedarme con nada. Así que tuve que empezar desde cero, regresé con mis padres solo con una maleta y mis hijos.
Conocí la Universal por un programa de radio y decidí ir. Desde el primer día salí muy ligera; necesitaba apoyarme en alguien y ese alguien fue el Señor. Usando mi fe, decidí obedecer su Palabra y hacer un pacto con Dios de serle fiel y Él me dio el mayor tesoro: el Espíritu Santo.
Desde entonces, me ha dado sabiduría para salir adelante. Había estudiado belleza años atrás, comencé a capacitarme, y eso me permitió comenzar mi microempresa como estilista. Gracias a Dios, a mis hijos nunca les faltó nada. Hoy tengo un coche, casa y ejerzo mi profesión de manera independiente. Vivo feliz, pues teniéndolo a Él como mi prioridad, lo demás viene por añadidura; Él no falla.» -Carmen Rojas