“Cristo, en los días de Su Carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas AL QUE podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente; y aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció” (Hebreos 5:7-8)
“Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?” (Jeremías 17:9)
“Vosotros, pues, orad de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, SANTIFICADO sea Tu Nombre. Venga Tu Reino. HÁGASE TU VOLUNTAD, así en la Tierra como en el Cielo.’” (Mateo 6:9-10)

