Todo el mundo quiere lo mejor, pero… ¿quién quiere ser el mejor?
La ofrenda de Abel fue la mejor porque él decidió ser el mejor; el mejor hijo, el mejor pastor. Por eso, dio a Dios lo mejor de su rebaño. Y Dios se agradó tanto de eso que lo dejó registrado: la ofrenda de Abel aún habla.
¿Y no es así también con quien nos da lo mejor a nosotros? Uno no lo olvida.
La mejor maestra. La mejor amiga. La mejor enfermera. El mejor dentista.
Quien es el mejor en lo que hace, marca nuestra vida. Y uno no lo cambia por nada.
Hay quienes hasta pagan caro por lo mejor, pero hay quienes son los mejores; no por precio, sino por su esencia. Ellos son insustituibles.
No se trata de competir, sino de tener un espíritu excelente en todo.
Jesús fue lo mejor de Dios.
Seamos los mejores también. Al final, somos una ofrenda.

